Parece mentira. Han pasado casi seis meses desde que escribí la última entrada y aunque en Facebook y en Twitter he seguido más o menos dando guerra, hay motivos para tan larga ausencia de la blogosfera.
Todo comenzó antes del verano de 2008. En una rutinaria comprobación de la bandeja de entrada, vi una oferta de trabajo que me llamó mucho la atención. Me puse en contacto con la empresa, me enviaron una prueba y al cabo de unas semanas me decían que la había pasado. Hasta ahí todo muy bien. El caso es que pasaban los meses y nunca llegaba el momento de incorporarme.
Después de varios meses de espera y de varios mensajes en los que preguntaba si finalmente me necesitaban o no, lo di por perdido. Pero se me quedó la espinita clavada, porque en noviembre de 2009 me ofrecieron un puesto similar en la misma empresa y decidí probar suerte. No era el puesto que yo quería, pero pensé que si entraba tendría más oportunidades de conseguir la plaza que realmente me interesaba. ¡Craso error!
En varias ocasiones de mi vida he podido comprobar que si quieres trabajar en una gran empresa, ¡nunca debes indicar más cualificaciones que las necesarias para el puesto! Quizá en las pequeñas empresas, por desgracia, sea más habitual la sobrecualificación en puestos de trabajo, pero para una empresa que tenga un departamento de selección de personal medianamente organizado, estar más capacitado para una determinada tarea implica que en cuanto tengas una mejor oferta te irás. Y la empresa tendrá que buscar a otra persona, con el siguiente coste de tiempo y personal. No hay que olvidar que cuando una empresa te contrata, está invirtiendo en ti. Y mientras más rentable seas (más tiempo estés en la empresa), mejor. Los conocimientos sobre los procesos, las formas de trabajar, etc. no se adquieren de un día para otro.
Y eso fue lo que pasó. Mi gozo en un pozo. Tenía demasiada experiencia. Menuda paradoja. Al principio nos quejamos de que nadie nos contrata porque tenemos poca experiencia y cuando la tenemos, no nos contratan. En aquellos momentos estaba muy enfadada, pero ahora mismo me alegro de que hicieran lo correcto. ¿Por qué? Porque durante el 2010 me ocurrieron cosas maravillosas. He hecho varios cursos de creación de empresas, he asistido a infinidad de seminarios sobre temas como marketing, internacionalización de empresas o recursos humanos, etc; he conocido a empresas como Motion4Startups o BitStudio y he retomado el contacto con viejos amigos. Me he dado cuenta de que la vida es demasiado corta para no aprovecharla, he descubierto que los traductores hacemos mucha falta y que me encanta explicar la importancia de nuestro trabajo. Y lo mejor: ha nacido un proyecto llamado Skoppos que siempre estará ahí para recordarme que con esfuerzo se puede lograr todo.
Pero la espinita seguía ahí y vaya que si seguía. En noviembre de 2010, un año después del chasco y mientras estaba en Madrid dando una charla sobre localización para desarrolladores web con Recrea, recibí una llamada que me hizo estar un mes y medio en vilo. Tenía la oportunidad de acceder a un puesto en el departamento de localización para la misma empresa para la que llevaba dos años deseando trabajar. ¡No me lo creía! Por un lado, sentía que el destino se reía de mí. Por otro, no quería que me volvieran a decir que no. Supongo que muchas personas habrían puesto su orgullo por delante y más después de todo lo conseguido durante el 2010… Pero soy muy cabezota y todavía quería demostrar(me/les) que podía hacerlo. Así que después de darle algunas vueltas, me convencí a mí misma de que tenía que intentarlo por última vez. Era una oportunidad por la que muchos matarían y si no lo conseguía, cerraría ese capítulo definitivamente.
Pues bien, se ha cumplido eso de «a la tercera va la vencida». Después de las formalidades de rigor, tras dejarlo prácticamente todo por un sueño, con unos cuantos viajes en avión y una pequeña mudanza, conseguí aquello que llevaba tanto tiempo anhelando: trabajar para el departamento de localización más grande del mundo del sector del entretenimiento.
En breve cumpliré seis meses en la empresa y por fin respiro tranquila. El día en que firmé el contrato me asaltaron millones de dudas y temores. Tenía seis meses para demostrar mi valía y no quería que nada saliese mal. Después de tantos esfuerzos tenía que centrarme en aquello que tanto me había costado conseguir. Y parece que la cosa marcha.
Durante estos seis meses he aprendido muchísimo, he descubierto diferentes formas de hacer las cosas y disfruto cada vez más enfrentándome a nuevos retos.
Con el paso del tiempo espero releer esta entrada y comprobar que sigo teniendo la misma ilusión por mi trabajo. ¡Para fabricar sueños hay que ser un poco soñador!
No quería terminar sin incluir un vídeo que refleja la esencia de esta historia: ¡No hay que dejar de perseguir los sueños! Aviso: no es apto para sensibles. Se me saltan las lágrimas cada vez que lo veo.
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